sábado, diciembre 27

Tímido



Soy tímido. Tres meses llevaba ensayando las palabras para declarar mi amor a Francisca. Y aquella mañana salí dispuesto a hablarle a primera hora. Pero llegué tarde; ella ya había ingresado a su clase.
Dos horas más la esperé, y yo sin haber tomado desayuno y con los nervios a flor de piel.
Cuando por fin la vi y estuve frente a ella, mi estómago vacío rugió como león, e instantáneamente volví a ser tímido; mientras que para ella, cada vez que me ve, soy una risa burlona en sus labios.


Moraleja: “Para dar amor, no hay que estar vacío”.

sábado, diciembre 13

Por mi hermano


…Zapatos altos, prendas brillantes y estolas de plumas, desfilaron por mis manos el día que ayudé a Daniela con su maleta caída, rota y abierta en medio de la estación de trenes. De regreso a Santiago fue imposible avisar a su novio, me comentó; quien también es bailarín.
Luego de aceptar un humeante café en agradecimiento por mi ayuda, ofrecí llevarla a su casa; después de todo mi hermano había abordado el tren cinco minutos antes, y yo ya no tenía nada más que hacer.
Llegando a su domicilio, Daniela escribió mi teléfono y aseguró que Francisco, su pareja, también insistiría en agradecer mi gesto.
Hasta el día de hoy, Francisco y “Daniel” se comunican conmigo para saber cómo estoy, y cada vez que voy a dejar a mi hermano nuevamente al terminal de trenes, recuerdo el día en que conocí a quien no reconocí.

miércoles, diciembre 10

¿Aduana extremista o semillas invisibles?

Y llegué desde México y tuve que abrir todas mis maletas, porque según el detector, del aeropuerto, había algo preocupante en mi equipaje. Eran chucherías y regalitos para mis seres queridos, de los cuales algunos sí eran de metal .Y sacaron todo, menos una bolsa plástica que venía entremedio de la ropa.


Hace ya cuatro meses que aterrice de regreso en Chile, y ya tengo 7 especies de diversos árboles nativos de los mayas y aztecas plantados en macetas, los cuales han crecido sin problemas.
Las semillas que venían en aquella bolsa de plástico que parecía vieja, fea y gastada, han brotado.


Con el tiempo y paciencia, espero que se conviertan en bellos bonsais.

martes, diciembre 2

La chica de los sueños


Ya no sabía qué pensar, porque muy seguido estaba teniendo sueños que no sabía cómo interpretar. El último sueño que tuvo, trataba de que ella era como una especie de “elegida”, y que ascendía y flotaba mientras miraba toda la tierra comprendiendo los porqués de cada partícula existente. Luego descendía y sus manos, aunque no lo parecían, eran dos imanes, con las cuales atraía todo tipo de metal. _Que realizara ejercicios de aquel proceder cuando estuviera despierta, para que practicara dicha atracción; porque si lograba hacerlo en vigilia, ella sería “el gran magnetismo escondido” para sanar a la tierra y sus descendientes. Le había dicho una voz que sólo sentía, siendo invisible de algún cuerpo en su sueño.

A la mañana siguiente cuando despertó, buscó información sobre interpretación de sueños. Pero no encontró respuesta satisfactoria. Ella es muy humilde, como para creer que pueda llegar a ser tan importante. Seguiré escribiendo sus sueños, si ella los sigue contando en mi imaginación, claro está.
Y yo como persona y escritor de este relato, y aunque sea ficción me pregunto; ¿Qué habría que hacer en el lugar de la chica?

sábado, noviembre 22

El símbolo de las Gárgolas rojas



Las gárgolas eran rojas; todas. Y estaban ubicadas en varias salientes de aquella iglesia estilo gótico._ ¡Ten paciencia! No siempre se entiende lo que no se siente._ Le había dicho una de ellas. Y emprendiendo de súbito el vuelo a gran velocidad hacia el cielo mientas las gárgolas formaban un gran círculo encima de él, otro alado le dijo que siguiera por el camino de la derecha, porque en él encontraría el símbolo que buscaba.
_ ¡Ahora apresúrate! que las gárgolas azules te siguen de cerca. Y cuando le encuentres, si logras hacerlo, por fin todos seremos libres...
Le gritó nuevamente una de ellas, mientras Zarki corría alejándose del lugar.

De súbito se dio cuenta que jadeaba y que intentaba despertar. Todo había sido un sueño. Corrió al baño que estaba en su habitación para tomar un poco de agua; y cuando se miró en el espejo ya un poco más relajado, quitando con la mano su cabello desordenado del rostro, notó que en la palma de su mano derecha, tenía dibujado con tinta roja un triángulo rojo de pequeñas proporciones.
Entonces, al ver aquél símbolo con un sentido más allá, Vislumbró el significado de “No entender, lo que no se siente”...
El personaje imaginario que él había creado, llamado Zarki, le había hecho comprender que el símbolo triangular que desde pequeño, por una u otra situación se presentaba en su vida, era él. Y que desde aquel día, en cada fecha de equinoccio, el niño debía entrar a aquel mundo, para liberar a las gárgolas rojas. Desde entonces, el niño esperaba con ansias la hora de dormir en cada equinoccio de invierno del año. La segunda vez en la cual tuvo que visitar a las gárgolas para ayudarlas, supo la real historia de sus futuras osadías en los equinoccios…

“Las Gárgolas Rojas, todas tienen debajo de su ala derecha, un símbolo triangular formado por tres llamas de fuego; y ellas son las encargadas eternas en el no-Tiempo de los sueños, de eliminar a los alados azules del frío; los cuales siempre han sido succionadores de energía de los humanos en los sueños.
En tiempos de equinoccio de invierno, las gárgolas rojas bajan su fuego interno al nivel mínimo; quedando con muy poca reserva para combatir a sus enemigos. Es entonces, cuando los malvados de color azul, muy parecidos a los basiliscos, pueden lograr extraer toda la energía humana, para a través de ello, reducir a la nada el fuego de los alados rojos defensores; mientras a la vez matan a muchos humanos en sueños, congelando sus corazones.
El niño protagonista, cuando está despierto en la realidad, guarda en su mano derecha la energía solar que revive a las gárgolas rojas. Pero ese símbolo, sólo él lo puede ver; pues las gárgolas rojas, necesitan un guardián también. Antaño, fue el Jorobado de Notre Dame.
Y en vigilia, cuando el pequeño pasa por algún lugar en donde hay una catedral, es el único que puede ver a las gárgolas saludándole desde lo alto; aunque éstas, no estén talladas en piedra en el mundo real.

miércoles, noviembre 19

El ser del momento.

Nadie sabe de dónde es, ni tampoco quién es. Sólo se sabe que aparece cuando existen personas realmente afligidas que desean cambiar verdaderamente su destino.
Ahora, ¿Por qué yo sé de las incontables historias de aquel ser?
Por que a mí también me encontró en aflicción absoluta, ayudándome a encontrar mi camino. Y desde aquella vez, estoy a la caza de sus aventuras.
Existen innumerables historias sobre él, pero la mía no la contaré. Eso me hizo prometer el ser del momento.

jueves, noviembre 6

Todo a ganador/Everything to winner


En el trabajo habían despedido a muchos compañeros, incluyéndome; pero a mi amigo no. Y aquella vez quedé de juntarme con él en el horario de salida de su jornada de labor, para vernos y conversar un poco. Yo tenía que ir a recibir el cheque de mi despido.Una cantidad importante de dinero, pues trabajé en aquel lugar durante quince años.

Y cuando nos encontramos aquella tarde, lo primero que me dice es:
_“Hoy es mi día de suerte, sé que hoy ganaré.”
La frase anterior era de Mario. Entrañable amigo desde la secundaria. Y aunque aquellas palabras, en la actualidad ya no las repite, en esos tiempos sí; pues era un obsesivo apostador hípico. Y cada vez que oía aquella frase de él, yo le contestaba:
_Sí, bien; “Los que van a morir te saludan”. Así le decía cuando me hablaba de hípica.
Yo no comprendía cómo podía perder todo en las apuestas; y desde una vez en la que me dijo que si pudiera, daría la vida para apostarla, no encontré nada mejor que compararlo con un loco gladiador modernista. Pues algunos de nuestros temas de conversación eran sus carreras y mi hobby de pintar figuritas antiguas; sobretodo Romanos.
_Acompáñame, sólo jugaré dos carreritas, pues debo volver a casa temprano. Además te invito una cervecita; me pagaron el sueldo recién; _me dijo en voz baja y con intención para convencerme de ir con él, con su acostumbrado tono embaucador.
Anteriormente, sólo dos veces había ido a las carreras de caballos, y nada más que por su insistencia de mi compañía; y en ambas situaciones le había visto perder absolutamente todo su dinero.
Y esa vez, luego de salir de su trabajo, decidí acompañarlo una vez más.

Cuando llegamos allá, yo aposté sólo unas monedas mínimas en una carrera en la que “Tentado”, el caballo que elegí, llegó en tercer lugar. Y lo hice para que mi amigo me dejara en paz; pues Mario no perdía oportunidad para meterme en el asunto. Pero yo lo estimaba como amigo; y aunque no como apostador, la relación en sí era buena entre ambos. Siempre trataba de ayudarlo.
En la carrera que comento, la número cuatro, Mario apostó a una yegua, la cual llegó en segundo lugar y por una cabeza no fue primera; al igual que en el tango de Gardel.
Fue tanta la adrenalina de mi amigo en aquella carrera, que su mente obsesiva compulsiva no pudo pensar en nada más que apostar todo su salario en la carrera siguiente.

Yo estaba estupefacto, le había visto perder dinero, pero nunca su salario completo; además que Mario, estaba casado hacía un año, y ya era padre de una niña que sólo tenía dos meses de vida, pero él no entendía razones.
Le hablé, intenté frenarlo, que recapacitara, que pensara en su familia, pero no hubo caso; con la mirada perdida me miraba, mientras no escuchaba nada de lo que yo le decía, y sólo repetía: _”Hoy es mi día de suerte, sé que hoy ganaré”.
Así que, con el dolor de mi alma, dejé su vida en la decisión de su propio destino. Sólo logré que no jugara en la carrera que venía a continuación; pero él estaba decidido a jugar en la sub-siguiente. La sexta carrera.
Luego, nos sentamos en la galería pública; pues yo me sentía muy cansado.
De pronto siento un mareo y el mundo quedó en silencio.
No podía oír nada. Mario de seguro seguía comentando los pronósticos de la hoja que entregaban en el Club hípico; porque yo le miraba y veía sus gestos, pero no escuchaba nada.
Una chica joven que estaba sentada más abajo que nosotros, rápidamente se puso de pie, y dando indicaciones a un hombre que yacía mucho más abajo, gritó:
_ ¡Está sentado allá! ¡En la sexta fila! ve a buscarlo y vengan aquí; de acá se ve mejor, aquí está la línea de llegada._El hombre de abajo volteó hacia donde la chica le indicaba, volvió a mirarla dándole la razón, y diciéndole con gestos que esperara, fue a buscar al otro varón.
Sentí como si la mujer gritara desde mi interior. Luego mis oídos se volvieron a tapar. Yo sentía que me iba a desmayar; pues me faltaba el aire y no entendía nada; y en amagos de serenarme un poco, me tomé la cabeza con ambas manos, me golpeé en los oídos para destaparlos, miré a Mario quien seguía hablando sin yo oírlo, y la vista se me nubló.
Después de aquello, alguien me empujó por el hombro derecho, y cuando me doy vuelta para ver quien era, veo a un niño que corría hacia abajo por la escalinata de las graderías, el cual en su camiseta negra llevaba dibujado el número seis en un fuerte color amarillo.
Enseguida, por el costado de la pista, en la arena en donde fotografían a los caballos ganadores, se oye un gran barullo, pues habían comenzado a pasar los animales de la próxima carrera, y uno de ellos se había encabritado, y parándose en sus patas traseras, relinchó fuertemente. En su vestidura llevaba el número seis; y en el segundo siguiente, un hombre que estaba sentado al otro lado de Mario, grita también hacia abajo:
_ ¡Compra seis hot-dog! Tenemos mucha hambre.
Mi corazón se aceleró, y volví a escuchar a mi amigo, el cual estaba diciéndome: “Hoy es mi día de suerte, sé que hoy ganaré”; voy a apostar todo al número doce, la yegua se llama: “La mitad”.
Lo miré a los ojos fijamente y en silencio un momento y le dije: _ ¡No!, tú y yo, vamos a juntar nuestros dineros, y vamos a apostar a ganador al número seis.
Miré la hoja que tenía mi amigo, y el nombre del caballo era: “Osado”.
_ ¡Estás loco! ¡Qué te pasa! ¡En ese cheque tienes millones! ¡Ese potro para nada es favorito! ¡Te sientes bien Rubén! ¡Estás loco! ¡Tú sí que te volviste loco! _”Los que van a morir te saludan”; ¡No lo hagas!

Al oír aquella frase, más ganas sentí de apostar. Así que le contesté:
_Sí, por supuesto; claro, claro, _ mientras con la vista buscaba la boletería más cercana.
Y en un momento, me di cuenta que Mario parecía no recordar cómo yo le había rogado momentos antes para que él no apostara su salario.
Comenzaron el aviso de que quedaban pocos minutos para bajar bandera y cerrar las apuestas. Así que le dije que si él no quería apostar, yo sí lo haría. Y salí corriendo hasta la boletería. Mario me siguió, y dudando de su propia obsesión y del equino que según el ganaría, en el último segundo, apostó todo su dinero al caballo número seis.
Osado “también ganó por una cabeza, como el caballo que le ganó al de mi amigo en la carrera cuarta de aquel día; y pagó “150 veces” la cantidad apostada; porque mi amigo tenía razón, y como el animal no era para nada favorito, los dividendos fueron altísimos.

No se qué sucedió aquel día, sólo sentí que mi corazón y el instinto se mandaron solos, y que hacia donde miré y todo lo que oí, era una referencia al número seis.
Sabía que ese caballo ganaría. Sentía una seguridad absoluta.
Mario está feliz, ahora es dueño de su propio caballo de carreras; yo se lo regalé. Y lo bautizó como: “Rubén, el osado”. Ahora mi amigo sólo apuesta cuando tiene algún dato fijo del preparador de su equino. No le he vuelto a oír decir que “Hoy es su día de suerte”. Se controla mucho más en sus jugadas.
Y yo, me la paso relajado por un nuevo negocio que adquirí, el cual administra mi hermana; y ya tengo un pasaje para el mes entrante hacia Roma. Siempre quise conocer el lugar de los gladiadores.
Los que van a morir te saludan”. Me gusta esa frase desde pequeño.

De vez en cuando acompaño a Mario a las carreras; cuando corre su corcel. Pero no he vuelto a apostar ni una sola moneda. Apostaré a ganador cuando vuelva a sentir aquella sensación; aunque me enteré hace poco que “Osado” ya no corre.
Supongo que la suerte llega una sola vez.

lunes, octubre 20

Memorias de una ausente en luna llena/Memories of one absent in Full Moon.


Casi nadie sabe que cuando hay luna llena, no sólo los seres de leyendas y mitos deberían cobrar vida en la imaginación de muchos. Porque yo que padezco parálisis cerebral severa, viviendo como un vegetal, también en esos días me comunico; sólo que a través de personas que me oyen más allá del lenguaje que todos conocen; porque esto que ahora estas leyendo, fue oído de mí por quien aún me escucha en esos días de luna llena, y que yo le pedí que escribiera. Y como esto es nuevo y seguramente extraño, daré espacio a que la médium-protagonista-escritora, cuente cómo sucedieron los hechos; aunque el personaje principal no sea ella, sino yo. Y recalco que la principal soy yo, por que todo esto tiene el propósito de crear conciencia en quienes tienen a su cargo a alguna persona con daño cerebral. Es posible comunicarse con nosotros. Sólo hay que creer.
Continúa, Sofía. Espero que te atrevas.
Gaby.
Así, un día en el cual fui a una casa cualquiera para hacer unas fotos de estudio a la hija autista de una madre, conocí a Gaby. Aquella vez, la cita para dicha sesión fotográfica iba a ser ya de tarde; porque según Marta, la madre, a esa hora llegaría con su hija del hospital, luego de que la niña tuviera complicaciones para respirar, habiendo estado internada un mes.
Según la progenitora, los médicos dijeron que esa vez, Gaby estaba extremadamente grave, y que sería imposible estabilizarla; razón por la cual, una vez obrado el milagro de que siguiera con vida, Marta decidió tomarle algunas fotografías nuevas a su amada hija, porque estaba segura que si ésta otra vez recaía, no tendría la misma suerte.
La casa era enorme y blanca como la nieve. Mucho espacio por todos lados, grandes cuadros adornando las paredes, y en el patio trasero una terraza encantadora; además que en el fondo podían observarse diversos árboles con una hamaca atada a ellos, y varios sitiales de cómoda felpa bajo el techito que había saliendo de la casa principal.
Conocí casi todo aquel hogar, porque cuando llegué allí Marta no estaba; venía en camino desde el hospital, junto con su esposo, luego de recoger a Gaby.
La empleada tenía órdenes de dejarme entrar e inspeccionar junto a ella todo el lugar en busca del espacio más adecuado para la toma fotográfica, porque Marta, en un llamado telefónico, avisó a su ama de llaves que llegaría tarde.
Cuando estaba cercana la media noche, y ya llevaba en espera casi dos horas, opté por sentarme en el sofá de la terraza. La señora encargada me ofreció algo para beber, y me dispuse a leer unas revistas que yacían allí mientras esperaba. La noche estaba muy cálida, y yo ya tenía armado mi estudio portátil en el patio aquel, justo en frente de mí. Fue el mejor lugar, creí. Además que de fondo tenía a la luna llena en todo su esplendor. Me ayudaría a dar una hermosa luz cenital desde atrás, pensé. Y de pronto, lógicamente sin saber cómo, me quedé dormida.
Cuando desperté, allí estaba ella frente a mí; rígida y quieta como la silla de ruedas que la sostenía. Con su cabecita inclinada a la derecha y la más tierna vista perdida, aunque esto último suene descabellado. Tendría unos 13 años, deduje. Luego de observarla, mi primer instinto fue ponerme de pie. Y Gaby, en ese instante mueve su cabeza y se arroja al piso…
…Me dí cuenta entonces, que Yo no estaba despierta; ¡Estaba soñando! Allí, en ese sueño, supe que estaba dentro de una ilusión. ¡Pero fue tan real! Y posteriormente, ella me dice:
_ ¡No te me quedes ahí, Sofía! Ven a ayudarme. En el mismo segundo, estaba a su lado, sin saber cómo; y con mí desvarío intenté tomarla, pero de un salto se puso en pié, y con una espontánea y gran carcajada me dijo:
_ ¡Sofía!¡Estaba jugando!_ yo acá sí puedo caminar, hablar, moverme y ser normal; ¡Mira!_ Y se puso a saltar, cantar y a dar giros, invitándome a que lo hiciera con ella; pero yo estaba muy conciente de que estaba en un sueño, y no podía moverme; era como si los papeles se hubieran invertido. Entonces el miedo comenzó a apoderarse de mí cuando la luna, de manera palpitante, empezó a acercarse hacia nosotras; y en aquel momento Gaby quien seguía danzando notó mi miedo, y deteniendo sus bailes y cantos y dijo:
_ ¿Ya te vas, no?_ pocos resisten tanto tiempo aquí sin sentir miedo. No comprendo por qué. Mi madre y mi padre vienen seguido, pero luego allá en casa, me miran como si yo no existiera._Espera un poco Sofía, no te vayas aún; intenta calmarte, ¿si? _No mires a la luna, que por ella esto está sucediendo; no sé por qué, pero así es; y si le temes, te iras_ ¡Espera un momento por favor!
Algo me tranquilizó un poco. Sus palabras supongo, que eran de una calidez insondable para mis oídos; y luego, ambas estábamos sentadas en el sofá de felpa. Entonces fue cuando ella me habló lo que está escrito en la primera página de este relato.
_ En luna llena, no sólo seres de mitos y leyendas cobran vida en la imaginación de las personas; porque nosotros en esos días nos podemos conectar, y no es un cuento. Yo quisiera que escribieras todo esto para que otros padres y familiares de personas con parálisis cerebral , intenten comunicarse con ellos. Escribe como si fueras yo, Sofía; porque sólo así me ayudaras a mí, y a otros a crear conciencia. Y sobretodo a creer. ¡Espero que te atrevas!
_ Y dile a mi madre que ese vestido gris no me gusta. Prefiero el rojo. Y que papá no entre a mi habitación cuando no estoy en ella, porque sé que allí sólo llora; mientras el cree que yo estoy ausente en la hamaca del jardín. Que vaya a mi lado y que me lea algún libro. Y a ambos, comunícales que aún estaré un tiempo más con ellos.
_Que la luna salga de fondo en las fotos ¡eh!
_Soy Gaby, y ya debes volver...
…Y la luna y todo comenzó a diluirse, y desperté de un gran salto. Me costó mucho alcanzar sobriedad en la vigilia. Marta me removía y hablaba para que yo despertara. Y una vez más vi a Gaby, en el lugar en el cual había montado el estudio fotográfico. Ahí estaba ella sentada en su incólume silla de ruedas e insondablemente quieta, tal cual le había visto en mi sueño, con la luna llena de fondo y lista para ser fotografiada.
Llevaba puesto un triste vestido gris.

Por Laín Deba

domingo, octubre 19

El bajo/The Bass




Usaré en extenso mi inseparable editor de palabras de Microsoft; Word. Miedo, Terror, espanto, pavor, pánico, horror.
Todos los equivalentes antes referidos, son poco para lo que sentí aquella noche. ¡Sí señor!, ya que por el significado en carne viva de los sinónimos que acabo de escribir, hice algo que jamás creí poder hacer.

De regreso de casa de Gerardo, el baterista de nuestro grupo de música; amigo al cual se le ocurrió vivir en uno de los lugares más peligrosos de la ciudad perteneciente a un águila y un nopal; y cuando con mi vehículo había avanzado lo suficiente desde la casa de mi camarada, como para volver sobre mis pasos; de pronto, mi fiel pero viejo jeep, comenzó a expeler humo negro. Y así, sin más, y justo cuando había hecho amagos para acercarme al borde de la vía, quedando prácticamente bien estacionado, mi auto quedó extinto. No conocía aquella calle; porque a tres cuadras de haber salido de la casa de Gerardo, tuve que desviar el curso habitual hacia casa, por arreglos de pavimentación en la avenida que frecuentemente utilizaba para el regreso.
Con mis manos en el volante, y con cara de ¿Y ahora qué hago?, me quedé unos instantes maldiciéndome a mi mismo, por no haberme quedado con Antonio y Ramón tomando cerveza en casa de Gerardo. Siempre venían conmigo, pues también son integrantes del grupo; y a 15 minutos de mi hogar, los dejaba en sus moradas. Pero esa noche no fue así, ya que quien escribe simplemente no quiso quedarse, argumentando cansancio; pero en realidad fue y es, que el trago, cualquiera sea, no es lo mío; por cierto. Y allí estaba sólo, pensando en la estupidez de aquella decisión, y en lo peligroso de la actual situación. Intenté llamar a mi hermano, pero curiosamente el celular estaba con batería agotada; cuestión que rara vez ocurría, pero que justo aquella noche sucedió. Y mientras en esos asuntos pensaba, incontables veces intenté encender el motor del vehículo en cuestión, pero sin resultados positivos. Entonces me dije; bueno, ya ha de ser como las 22.00 hrs., mejor me voy de aquí.
Pero luego, el asunto era que después del ensayo en casa de Gerardo, yo traía mí bajo; aparato amado desde hacía varios años, y en el cual me desempeñaba bastante bien como bajista. ¡Cómo adoraba aquel instrumento! Pero en la situación en la cual me encontraba aquella noche, ese elemento del alma, llamaría mucho la atención. Pero bueno, volví a pensar; no pasará nada; de todos modos, lo más probable es que abran el jeep. Y así, con esos pensares en mi inocente mente, bajé del vehículo con mi bajo guardado en su bella funda de cuero, y lo cargué en mi hombro cerrando las puertas del jeep. Luego, en el momento en que me doy vuelta para caminar hacia alguna avenida principal, me doy más cuenta aún, que aquella calle estaba absolutamente desierta; y observando hacia dónde dirigir mis pasos, veo que como a 2 cuadras, y por ambos lados de la acera, se acercan personas; dos entes por el lado en el cual yo me encontraba, y tres más por la vereda del frente.
Comencé a sentir una sensación helada en la espalda, la cual pronto de trasladó hacia mi rostro, transformándose en un calor insoportable. El corazón empezó a latir muy rápido, y enseguida sin más, pensé: estoy muerto. Y dando un giro rápido hacia el lugar opuesto desde donde venían aquellas personas; justo, se me cae el celular a tierra, el cual había guardado en el bolsillo de atrás de mi pantalón; y en esos segundos, en los cuales vi que en el suelo yacía mi teléfono medio desarmado por el golpe, vi también que las sombras de aquellos entes estaban más cerca; y agachándome; tomo el aparato, y una idea impensada se me viene a la cabeza; y gritando como si hablara con alguien a través del comunicador, digo lo siguiente:
-¡No infeliz, No! , estoy aquí, afuera de tu casa- y mirando hacia arriba, señalo- Mejor baja ahora, para arreglar esto de hombre a hombre. Sé que estas con mi novia; te traje tu bajo. ¡Desgraciado! En ese momento estaban más cerca aquellos seres, y por el miedo que sentí, lo último en gritar, y medio volteado hacia ellos, fue;- ¡y también traigo un arma, cabrón…!
En aquel segundo, temblando yo, vi por el rabo del ojo que efectivamente eran cinco hombres jóvenes los que tenía casi a seis metros de mí, y vuelvo a gritar con mucha más fuerza, pero esta vez de frente a la supuesta casa a la cual me estaba dirigiendo en mi monólogo; y arrojando el celular con rabia contra el piso, grito:
¡Baja puto cabrón! ¡Mira lo que hago con tu bajo!...
Y en ese instante, tomo mi instrumento querido, amor de mis amores, le saco su funda, lo tomo por los trastes, y en un acto de esquizofrénica demencia, lo golpeo incontables veces contra el suelo mientras seguí gritando-¡Mira! ¡Mira Infeliz! ¡Mira lo que le hago a tu pinche bajo!
Mi respiración estaba muy agitada y sudaba muchísimo también; y arrojando mi bajo destrozado en dirección a los personajes, y cayendo de rodillas mirando hacia el piso como derrotado, termino diciendo:- “Qué mierda de vida ¿por qué?,
¿Por qué?_ ¡yo te mato infeliz!-Grite al final, mirando hacia arriba-¡yo te mato!
Luego, otra vez por la rabadilla del ojo miré hacia donde estaban los hombres; y allí yacían a tres metros de mí. Se habían detenido. Unos apoyados en la pared, y otros con las manos en los bolsillos, mirándome de vez en cuando; y dando de lleno la vista hacia ellos, les digo:- Y ustedes, ¿qué chingados me ven?-Uno comenzó a caminar hacia donde yo estaba, y todos lo siguieron; y pasando por delante de mí lentamente, mientras yo seguía arrodillado, y resignado además, porque según yo el asalto era inminente; el que venía más atrás me dice:
-¡Qué honda guey! -Y el que había avanzado primero, señala: -Tranquilo guey; vamos pasando por acá nada más.-Sí guey, ¡Mata a ese cabrón guey; y a la ramera de tu novia también!,- dijo un tercero. Y alejándose la tropa lentamente, otro me grita: ¡Te salvaste guey eh!...
…Y me quedé ahí de rodillas y aterrorizado, con sentimientos revueltos de dicha, incredulidad, miedo, y un sinfín de sensaciones; y además, llorando de verdad.
Cuando ya casi no les podía ver de lejos, me levanté; miré a mi querido bajo, tomé su funda de cuero, casi como en un rito funerario, y torné mis pasos en dirección opuesta de donde habían desaparecido los hombres aquellos. Y a dos cuadras estaba la estación del metro.
Al otro día, volví a aquel lugar con mi hermano en su vehículo, para remolcar el mío; si es que por alguna casualidad o milagro, siguiera ahí mi jeep. Efectivamente estaba en el mismo lugar; así tal cual como yo lo había dejado; y un poco más allá, yacía el celular destrozado y el cadáver del instrumento amado; por el cual yo la noche anterior, me había salvado.


Moraleja:
Lo siento por mi bajo; pero siempre en la vida, todo es a cambio de algo.



Por Laín Deba.