martes, agosto 10

Alma y Manos santas


Porque a veces existen personas santas desconocidas.



Nació así; con manos inertes y sin sentir pero bellas, finas y delicadas como su esencia. Sí, sus pequeñas manos eran especiales sin siquiera contener líneas y la medicina de la época jamás encontró explicación acerca de su extraña condición.

No podía hacer nada con sus manos, por lo cual siempre era atendida y auxiliada por su familia. Se sentaba frente al espejo y Antonieta-la abuela- peinaba sus cabellos rubios y rizados cual serafín del más alto cielo.
Y aunque la muchacha era de poco hablar-cuando lo hacía-decía exactamente lo que el otro debía oír. Y cuántos hombres la amaron, ¡Cuántos, por Dios! Pero ella jamás dio oídos a esos amores; más decía a muchos:
-¿En verdad usted me ama? Si es así ¿Por qué desea poseerme?
El amor no fue creado para ataduras, porque si el amor existe, es sólo para sentirse.
Todos quienes hablaban con ella sentían una ternura y amor tal, que acababan explotando en llanto sin más palabras y arrodillados besando sus manos.
Realmente ella era especial, inteligente y sabia; pero no tenía la respuesta de porqué sus manos eran así.

Cuando la muchacha cumplió 20 años, a su casa llegó un joven médico traído desde el extranjero especialmente para estudiar sus manos y se conocieron. Él se enamoró de ella casi inmediatamente, y aunque pasaban mucho tiempo juntos, poco conversaban, aparte que de las preguntas del médico acerca de sus manos y los masajes que éste le hacía diariamente. Y así, durante mucho tiempo él no fue capaz de confesar su amor, porque al conocerla ya sabía cómo pensaba ella. Hasta que un día, en un paseo de ambos por el campo ella le dijo:

¿Porqué mis manos son objeto de estudio?
El muchacho guardó silencio unos instantes y mientras miraba al horizonte contestó:
-Porque su caso es único hasta ahora…
-Pero yo no sufro por eso-dijo la joven-además ya me he acostumbrado a que todos me ayuden; y pareciera que ellos fueran felices con cuidarme.
-Sí,-contestó él escuetamente- muchos son felices con sólo cuidarla y estar a su lado-Y prosiguió hablando como si de pronto no pudiera parar de hacerlo.
-Pero más allá de la ciencia yo me he preguntado ¿Cómo alguien tan especial no puede sentir con sus manos todo lo que en el mundo existe?

La muchacha miró sus manos y dijo:
-Eso no lo sé- Y se quedó mirando también hacia el horizonte.
Luego continuó:
-Tal vez mis manos no estén muertas- El médico volteó y tomó las delicadas manos de la muchacha.
-Tal vez han sido creadas así para que otros tomen el mundo y lo valoren por mí…
-El joven sintió tal ternura, que mientras asía esas pequeñas manitos entre las suyas, bajó la cabeza y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos.
Ella notó la congoja de su acompañante y con el antebrazo intentó levantar la vista del muchacho.
La compasión que ella sintió al ver su mirada era de tal magnitud, que ambos terminaron abrazados y envueltos en llanto.

Finalmente, la muchacha nunca contrajo matrimonio; falleció alrededor de los 35 años, mientras estaba sentada en un poltrón con sus brazos cruzados en el pecho.
Muchas otras historias existen de personas que se cruzaron en su vida; porque Filipo, el joven médico y eterno enamorado, habría escrito las memorias de ella a modo de ciencia médica y vida personal. Y se dice que su cuerpo- intacto por el paso del tiempo y con las manos en el pecho- fue embalsamado y yace en un cementerio en Italia.

Jamás se encontró una explicación de porqué una joven del tiempo de los comienzos del siglo XX no sentían, pero sí se supo que quien la conoció, hablaba que aquellas ella y sus manos, eran santas.
Su nombre era Alma.