lunes, noviembre 2

Anamuh




El chef parecía humilde y sólo algunas veces mencionada su buena suerte en los negocios; aunque al mismo tiempo se burlara de todos. Claro, lo suyo eran los banquetes a domicilio y cada día era más conocido por las personas con mucho dinero, pues la comida que ofrecía realmente era exquisita y diferente; sobre todo las carnes.
Mi compañero y yo, que en ese entonces estábamos terminando la carrera de cocina internacional, trabajamos para él durante un año aproximadamente. Mi amigo era garzón y yo, aunque también había empezado así, luego fui transferida a ayudante del chef. No puedo negar que la envidia se apoderó durante un tiempo de mi colega, y más aún, cuando yo era quien repartía lo que no se ocupaba.
Es cierto. Siempre me guardaba un trozo de Anamuh sólo para mí. Es que había probado las carnes más exóticas; faisán, jabalí, avestruz, incluso ciervo; pero jamás había probado una carne como Anamuh.
El hombre realmente se hizo rico con su negocio.

Un día, el banquete sería en la residencia de un diplomático, quien a última hora recibió el aviso de que llegaría un poco tarde un embajador con toda su comitiva; cincuenta comensales más. El chef se acercó a mí, me entregó las llaves de su camioneta último modelo marca Ford y me pidió que fuera rápidamente a traer más filetes. Me indicó en donde estaban y yo rauda me dirigí hacia su casa. Ya la conocía aunque pocas veces la había visitado.
Tenía varias máquinas congeladoras pero selladas con pequeños candados y él me había entregado una sola llave. No sé qué sucedió pero me confundí de máquina y me dirigí hacia una que estaba abierta, pues no recordé que llevaba una llave; los nervios supongo, de llevar pronto la encomienda.
Luego de mirar la máquina y vomitar, fui directo a la policía. El nombre Anamuh, significa humana al revés.