miércoles, junio 3

La Maldición para el asesino de gatos/The Curse for the assassin of cats

¡Yo invoco a la gran Bastet!
¡Aij mal durú, menshal!
¡Estás muerto!
Cada cosa que te suceda, será por haber matado a tantos gatos, y estarás absolutamente conciente de ello.
De hoy en adelante, sólo oirás maullidos de felinos, y cada día, comprenderás menos lo que te sucede, porque estarás volviéndote loco de a poco…
Los gatos no te dejarán en paz y terminarás por suicidarte, en un accidente, en un incendio o asesinado.
¡Yo invoco a la gran Bastet!
¡Delante de la misma Bastet, morirás!¡Aij mal durú, menshal...



Así, con esas mismas palabras, una amiga decretó la maldición para un loco que andaba matando gatos con balines por su barrio. No sabía quien era, pero buscando información llegó a saber que a muchas otras personas les habían matado a sus felinos. Y sin razón aparente. Pero al desquiciado, se le ocurrió matar a una gata de mi amiga. Hubiese sido mejor que no lo hiciera, porque yo, sin creer en maldiciones, al final vi que cuando alguien tiene razones para algo, y lo desea con mucha fuerza, realmente su mente traspasa toda lógica.

Paso el tiempo, y parecía como si ella estuviera poseída por el mismísimo espíritu de Bastet que había invocado; y no descansó hasta saber que aquel desgraciado estaba muerto…

Escribió el juramento maldito, lo imprimió mil veces, se unió con muchos vecinos, salieron a pegar en los muros de su barrio el escrito, y también a arrojar el papel en muchas casas.
Según ella, era cosa de tiempo el saber del loco muerto. Y cuando más pasó el tiempo, un día supo que el infeliz había muerto.
Un vecino que pertenecía a la policía de investigaciones, a quien también le había matado tres gatos anteriormente, lo pilló justo en el momento en que intentaba matar a otro de sus animales, y le disparó; pues el policía le había estado esperando; y como era de la ley, sólo lo tuvo que entrar a su hogar después de muerto, diciendo que el hombre había ingresado a su casa a robar. Luego de su muerte, toda la gente que le conocía murmuraba que se había vuelto loco por la maldición, pues vivía hablando en contra de los gatos; razón por la cual todos supieron que sí era él el asesino. Y nadie dijo nada más del asunto.
Finalmente, el policía arregló todo para que pareciera un maldito ladrón más. Y se supo también, que aquel demente guardaba uno de los escritos de mi amiga, junto con el arma que se le había mal ocurrido disparar en contra de tantos gatos inocentes…