sábado, octubre 17

El misterio de la pluma del escritor

El misterio de la pluma del escritor


Por Laín Deba





Estaba acostumbrado a ver historias de todo tipo; pues como personal de aseo de la editorial en donde aún me desempeño, ArgentaWrite, constantemente y en las noches, que era el horario de mi antiguo empleo, y cuando ya había terminado el trabajo de limpieza, aprovechaba para leer infinidad de proposiciones enviadas por personas que como yo en aquella época, también tenían el sueño de ser escritor.
Sí, mi vida era sólo eso; mi trabajo, que prefería a cualquier otro por acercarme a mi sueño de ser escritor, y la melancolía como un lastre que arrastraba y cargaba por haberme quedado solo y sin amor por caprichos del desgraciado de mi propio destino.

Y en ese lugar, en el cual la envidia se apoderaba de mí por el sólo hecho de oler a papel impreso, aquella vez, cuando ya estaba toda la limpieza acabada, me senté en el escritorio de la oficina del ayudante del editor para leer algunos archivos que había encima.
Intentos de novelas, relatos, ensayos, cuentos de ciencia ficción y poesía, fueron algunos de los escritos que mis ojos leyeron esa noche.
¡Qué sueño inagotable el de muchos y mío también, de escribir y ganar dinero como escritor! Pero casi todos esos escritos que aquella noche vi, al otro día terminarían en el basurero.
También pensé sobre mí mismo, y por qué cada vez que me disponía a escribir, siempre terminaba sólo en el intento; y por último, escribía cualquier otro tipo de género totalmente diferente a lo que según yo iba a plasmar. ¿Sólo a mí me sucedía aquel degüello mental?
Al final de toda tentativa, siempre mi mente abandonaba los dedos con nostalgia e inquietud en el hecho de; Todo a medio terminar.

Luego de divagar y de leer aquellos sueños de papel de otros, al igual que los propios; volví a casa; y como aún era temprano para el modo bohemio de mi vida, me dispuse a revisar el correo electrónico.
Sólo tristes mails. Basura para mi alma en soledad y para la papelera del ordenador. Promociones varias y tres rechazos de algunos escritos de mi pertenencia enviados a concursos literarios a través de Internet. Siempre es lo mismo, pensé.
Pero enseguida vi que faltaba un correo por revisar que en el asunto decía: “Aprobación de posible escrito”. El corazón se aceleró; y mirando fijamente la pantalla unos instantes, decidí abrir el mensaje.
Quedé petrificado. Aquel escueto correo electrónico me dejó pensando profundamente en quién podía ser el autor. Y movido por el misterio comenzó desde aquella noche la gestación de la siguiente historia.

Así citaba el mail:

De: SalvatoredA@speedy.ar
Para: maximofrancesco80@speedy.ar
Recibido: martes, Abril 12 a las 12:01
Asunto: Aprobación de posible escrito.



“Max, debo contarle algo…
Venga a verme el día Abril 13, 12:00 hrs.
Le mostraré parte del relato de su propia vida.
El cual será escrito con la pluma de Marión…”


Calle Criterium Nº 580
Villa Conté
B.A
Salvatore de A.


La última parte del correo me estremeció hasta lo más profundo; porque mi novia Marión, había fallecido hacía dos años; cuando a ambos sólo nos quedaba realizar nuestra tesis para recibirnos; Marión de abogada, y yo de profesor de literatura. Asunto que ni ella ni yo pudimos terminar. Pues a una velocidad incomprensible, un demente chocó su vehículo por detrás, fracturando su cuello y columna provocando que ella muriera instantáneamente, mientras mi vida quedaba sumida en añoranza y soledad absoluta. Además, la referencia a una pluma de escribir que citaba aquel correo, había sido el último regalo en mi cumpleaños número 26 que ella iba a darme antes de morir; pues en su auto encontraron el obsequio, y su madre se encargó de dármelo el día del funeral de Marión. Ella quería que yo fuera escritor.
Luego de recuperarme un poco del impacto de los recuerdos que causó aquel mail, algo en mi interior pensó que aquello no era casual, y que ojala no se tratara de alguna broma de mal gusto.
Y así, con una vida en la que ya no tenía nada más que perder, decidí ir a aquella cita, la cual se llevaría a cabo al otro día de darme por enterado de la llegada del correo misterioso.
Aquel miércoles, cuando mi reloj marcó las 11:35 de la mañana, llegué al lugar de la cita; me senté a esperar y pedí un café capuchino, mientras escribía pequeñas ideas en el fiel cuadernillo que como heraldo me acompaña hasta el día de hoy a todos lados, junto con su bella e inseparable compañera, la pluma que Marión me regaló. También me dediqué a observar el lugar.




Era ideal para escribir aquel espacio; porque la dirección citada en el correo electrónico, era un esplendoroso café literario que ese día cumplía un año desde su apertura.
¡Qué gran ambiente en aquel lugar de encuentros para todo tipo de escritores! Las paredes color arena como envejecidas por el tiempo; luz tenue y amarillenta, pero con la calidez de aquellas fotos de estilo antiguo que logran hacernos sentir un calorcito muy reconfortante. En el fondo, las máquinas para el autoservicio del café y una estantería con uno que otro ínfimo bocado dulce tipo Brownie. También recorrían el lugar tres mozos, por si alguien deseaba un pedido a la mesa, los cuales vestían como en los tiempos de Nietzsche; con sombrero de copa. ¿Sí eran escritores esas personas que servían? Me llamó mucho la atención ese detalle; pintoresco, pensé.
Un poco más allá, pero por el mismo lado de las maquinas del café, una gran biblioteca de madera tallada y lacada con muchísimos libros; para que quien gustara extrajera a su gusto algo para leer. Las mesitas, todas redondas, sólo eran utilizables para una o dos personas y estaban dispuestas por todo el contorno de aquel bello lugar; dando espacio en el centro a una pequeña plataforma circular; en la cual, quien así lo deseara y previa información al encargado del sitio, podía dar a conocer sus escritos en vivo.
Yo llegué cuando un hombre joven finalizaba un cuento para niños, dando paso a que muchos de los allí presentes se dirigieran hacia él en sinceros amagos de felicitaciones, en una pequeña salita ubicada detrás del estrado, en la cual para entrar, había que recorrer una cortina roja de terciopelo.

Luego de haberme dejado llevar por el encanto del lugar, recordé que estaba allí por una cita. Fue en ese momento, que el encargado de las presentaciones pertinentes, anunció que en cinco minutos iba a relatar en prosa improvisada y debutando, el Señor De Ángelo; y los que estaban felicitando al hombre que había contado su cuento, regresaron a sus asientos muy disimulada, pero rápidamente.

Seguido de aquello, aproximadamente tres minutos a modo de introducción, se oyeron los sones de Los maestros cantores de Nuremberg, del magnánimo compositor Richard Wagner. Y una vez más se hizo presente el locutor anunciando al “Nuevo caballero de la improvisación, Salvatore de Ángelo”.
Me di cuenta que era el nombre de quien me había enviado el misterioso mail, y mi atención se volcó de lleno hacia el señor nombrado que yacía allí parado en aquella tarima.

Alto, nacido probablemente en la época del los cincuenta; pelo blanco, que asomaba levemente por el costado de su sombrero gris estilo jipijapa, y vestido con un abrigo de tela delgada color marengo de corte tres cuartos del cual sólo se podía apreciar su pantalón de gabardina también en tono gris.
Después de haber observado aquellos detalles, y cuando ya le miré de lleno al rostro, de pronto su mirada se clavó en la mía de manera hipnotizante durante algunos instantes y su sentido del habla comenzó a oírse:

-“…Y allí estaba él, sentado y mirándome, luego de haberme estudiado detenidamente…
… y no sabía cómo yo me había enterado de todo. Pero el señor aquel, de nombre Máximo, no perdía jamás el tiempo; aunque el creyera inconcientemente que sí…
Así es, que con un poco de guía por mi parte, le dije: Escriba mi estimado. Porque éste escrito será un relato; y luego, talvez, el primer capítulo de su novela número uno. Y no demuestre ni un ápice de que usted está aquí presente; porque si no lo hace así; no volverá a recibir ayuda de marión…”
Luego de oírlo y de intentar tranquilizarme un poco, allí sólo y sin mover ningún músculo para no parecer que era yo el protagonista, aquel hombre contó toda la historia que hasta aquí yo he escrito. Y mientras él relataba, yo pensaba; ¿Había cámaras de grabación en el lugar en donde trabajo? No. Fue la respuesta. Yo sabía que no existían cámaras en la editorial. ¿Qué broma era? ¿Quién era ese hombre? ¿Marión no estaba muerta? Mi mente divagó como nunca antes. Y hasta hoy no tengo una respuesta lógica.

La forma usada por aquel hombre para contar todo lo sucedido estaba estructurada de tal manera, que a oídos y percepción de todos los demás allí presentes, pareció una simple historia improvisada; pero para el protagonista fue su propia vida lo que allí había escuchado. Y en esto último que he escrito, he tenido que salirme de mí mismo para describirlo ¡Qué locura!

Y el señor Salvatore mencionó en el final de su relato de aquel día 13 de abril, lo siguiente:

“En un año exacto, recibirá un nuevo mensaje con el nombre de quien ya sabe; soy sólo un emisario y vengo de donde no importa…
Mientras tanto, use su inventiva para crear lo que estime conveniente. Su creatividad se incrementará.
Pero debe tener muy claro que todas las historias que hasta entonces se dedique a crear deberán ser escritas con la pluma que usted ahora tiene guardada. Hasta entonces, recibirá noticias de Marión e indicaciones adjuntas…
…y sepa que ella, siempre le inspira y lee…”

…sonando nuevamente in crescendo los compases de Wagner, el señor bajó de aquella palestra sin siquiera devolverme una mirada; y yo me quedé con los ojos llorosos y llenos de nostalgia pensando en Marión.

Todos los allí presentes se observaban unos con otros y susurraban quien sabe qué tipo de cosas. Y aquel hombre se retiró rápidamente por la salita ubicada detrás del podio aquel, sin dejar siquiera que nadie se le acercara, perdiéndose en la cortina de terciopelo rojiza, mientras el presentador decía que El señor De Ángelo, antes de comenzar su relato, le había dicho que al finalizar dejaría el lugar de forma súbita, y que por favor volvieran a reproducir la música aquella mientras él hiciera abandono del recinto.
Me acerqué al presentador para preguntar por el señor Salvatore, pero me contestó que era primera vez que allí se presentaba, y que nadie le conocía. Le argüí el permiso para entrar al salón ubicado detrás del escenario, pero el hombre me respondió que de nada me serviría, por que el señor Salvatore se había retirado por la puerta trasera ubicada en aquella habitación. Comprobé aquello y efectivamente aquella sala tenía otra salida.

Millones de preguntas pasan por mi mente hasta el día de hoy. Algunas veces voy a aquel café literario, pero no he vuelto a ver al señor misterio. El encargado dice que desde aquel día, tampoco le ha vuelto a ver. He preguntado a otras personas que van allí, pero no obtengo información alguna. Por otro lado, debo contar que mi creatividad ha aumentado de manera considerable, dando nacimiento a infinidad de estilos literarios como bien dijo el señor De Ángelo; pero es en los relatos en donde más afloran las ideas en mi mente.
Algunas veces me pregunto también, ¿Desde dónde me leerá Marión? ¿Será posible algo semejante?
No logro encontrar algo de donde asirme para tener algunas explicaciones o respuestas. ¿Mi novia es un ángel? ¿O aquel hombre lo es? No lo sé. Pero lo que sí se, es hoy ocupo el puesto del ayudante del editor; lugar en el cual me sentaba a leer historias ajenas, y desde donde comenzó todo este relato que describo; por que cuando decidí participar en el concurso que mi empresa organizó para escritores noveles, y aunque era un trabajador de la limpieza, sí pude participar, obteniendo el primer lugar con éste relato justamente.
Así que me ascendieron, y además gané algo de dinero con el premio y un galardón con una pluma, que está situada en mi escritorio.
Todos los días reviso los mails a la espera de algún correo; tal vez de mi novia o de aquel señor; pues ya no sé que pensar. Y en cuatro meses más, se cumple un año desde aquel 13 de abril.

He decidido terminar este relato con el título del mismo; pues siempre estoy intentado escribir mis primeras ideas de textos en el computador o con otros lápices, pero sigo sin comprender nada; sólo sé que simplemente no puedo escribir.
Y después de toda esta extraña experiencia, a donde sea que voy, sigo cargando y escribiendo con el bolígrafo que un día sin verla, me obsequio Marión; pero para quien escribe, aún es un enigma; El misterio de la pluma del escritor.

2 comentarios:

Javier Ortiz dijo...

Laín, sin duda una narración siniestra; en el sentido que dio Freud a esta expresión: el efecto de horror y extrañamiento que produce la repentina realización en el mundo real de los temores supersticiosos o infantiles. (En este caso, el extrañamiento que provocó en el protagonista la aparición de aquél personaje –Salvatore de Ángelo–, y las cosas que le dijo).

Por otro lado, creo que esa pluma de Marión es para el protagonista como una especie de ‘La lámpara de Aladino’, ¿no?

Felicidades, me gustó mucho este exquisito texto.

Laín dijo...

Ah pues mi amigo, muy buena la referencia a Freud que has hayado en el escrito, pues sí es así, como también lo de la pluma-lámpara maravillosa.
Gracias por pasar por acá, Javier.Y me alegra te gustara el relatillo.

Disculpa que no contesté antes, pero el trabajo me tiene muy ocupado.

Un saludo, amigo.